La ternura - Crónica desde La Piara

El Cerdo Tiburzio
A veces, nuestro porquerizo se pone de un tierno tal que a todos nos sale la lagrimilla y nos entran ganas de darle un abrazo en plan oso amoroso. Y ese día todo va mejor en la txerrikorta: ni chillidos, ni lamentos, ni varas, ni nada. Todo buenas palabras, arrumakos y declaraciones de amistad eterna y sincera.

Hoy ha sido uno de esos días. De los más grandes además. Sentado en su mecedora mientras leía los periódicos (en plural, que nuestro porquerizo es un tipo culto al que le gusta informarse bien y leer de todo), ha declarado con voz emocionada que aquí nadie tiene la culpa; esto es el edén, el paraíso prometido, el lugar donde todos los hombres somos iguales y vivimos en fraternidad y armonía. En realidad, todo lo malo que ocurre es por culpa de los foráneos, que con sus envidias y su maldad innata siembran la discordia y la confusión en nuestro seno, de modo que los hermanos acaban por enfrentarse a sus hermanos, cuando en realidad aquí nadie tiene responsabilidad por nada. Todo lo malo que ocurre es por culpa de los extranjeros, porque aquí unos y otros se quieren como la trucha al trucho. Dios, que emoción. Nos han entrado ganas incluso de gritar ¡Heil Eneko!

Lo malo de todo esto, es que cuando se pasa la resaca te entra un bajón impresionante. Cuando los momentos de éxtasis fraternal dejan lugar al silencio y no te queda otra que pensar y recapacitar, un enorme desasosiego te invade. ¿Será realmente así? Desde luego, si lo fuera, que fácil y que bonito. Buenos y malos (y tu en los buenos, faltaría más). Sin responsabilidad, sin culpa, sin remordimientos. Tan fácil como separar el grano de la paja. Solo haría falta un líder; alguien fuerte y comprometido, capaz de despertar las conciencias de todos los abertzales puros y sinceros y hacer de nosotros una sola persona capaz de luchar contra los malvados foráneos. En fin, fue bonito mientras duró.

¿Y todo esto a qué? Se dirá alguno. Pues todo tiene relación con las gestoras de Mendexa y Ondarroa y la Ley de Partidos (de aquellos barros estos lodos). Con esas gestoras que el que pudo ser el gran líder ha menospreciado, como fanfarrón jugador de mus (solo que esta vez no esta en la partida, sino mirando, y no se ha enterado) que es.
Ciertamente, el que ilegaliza está claro quién es, pero tal vez merecería la pena recalcar porqué unas listas sí y otras no. O al menos fijarse más en ello y plantearse seriamente esta duda.

Y también, puestos ya a replantearse cosas, el porqué de esa ley. ¿Beneficios electorales de sus promotores-ejecutores? Difícil. ¿Beneficiar en su momento, cuando se promulgó, a alguien en concreto? Benefició, pero más como consecuencia indeseada que como objetivo, supongo. ¿Entonces? ¿Porque sí? ¿Por joder? Tal vez, en parte. Pero desde luego hubo quien se lo ganó a pulso y que, desde entonces, con sus actos contradice sus palabras. Algo de culpa también tiene y no estaría de más reconocérsela.

Pero claro, todo esto surge ya de noche, en la soledad del pensamiento, mientras Tiberio ronca junto a mi y el porquerizo se divierte, alejado de estas elucubraciones, en las fiestas de San Ignacio.

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