IX Aniversario - La senda de Lizarra

Lizarra evoca en la memoria de los vascos un sabor dulce que se tornó amargo. El acuerdo que lleva el nombre de esta localidad navarra abrió todas las ventanas a la esperanza de alcanzar la paz en Euskadi, que el viento de la violencia cerró de golpe.

EL ejemplo de Irlanda alumbró la senda en el inicio de lo que con el tiempo se convertiría en la Declaración de Lizarra, uno de los intentos por alcanzar la normalización política y la paz en Euskadi que mayores esperanzas concitó entre la sociedad vasca. Vista con la perspectiva del tiempo, sus firmantes coinciden en señalar que fue la demostración de que la ciudadanía apuesta por el diálogo y la solución a los problemas mediante la política y por que se respete y escuche su voluntad.

La firma del texto de esta declaración inspirada en el proceso irlandés y en el Acuerdo de Stormont (10 de abril de 1998) recabó el apoyo de 23 organizaciones políticas, sindicales y sociales. Un apoyo nacido de un largo proceso que arrancó no precisamente en las mejores condiciones para ello.

UN TERRENO ÁRIDO PARA LA PAZ

El Plan Ardanza, un intento fallido

El secuestro de Ortega Lara, las acciones de ETA y, principalmente, y por encima de otras cuestiones, el secuestro y posterior asesinato del edil del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco, con la repercusión social que tuvo, marcaron el año 1997. En un terreno árido como éste, y por encima de las dificultades, algunos intentaban sembrar la semilla de la paz.

El lehendakari José Antonio Ardanza, consciente del debilitamiento del Pacto de Ajuria Enea, inició la elaboración de un plan que recibirá luego su nombre y en el que se trazan una serie de líneas maestras de actuación que pretenden renovar un consenso roto entre las fuerzas políticas para afrontar el problema del terrorismo. Unas líneas finamente dibujadas con el fin de concitar el mayor número de apoyos, teniendo en cuenta las posibilidades y el margen de maniobra de los integrantes del Pacto de Ajuria Enea.

Ardanza esboza su plan el 12 de enero de 1998 en su discurso por el décimo aniversario del Pacto de Ajuria Enea. Cuatro días después lo presenta en La Moncloa al entonces presidente español José María Aznar. Cuando lo lleva a la Mesa de Ajuria Enea, y a pesar de que en contactos previos tanto el PP como el PSE-EE se habían comprometido a no bloquearlo, la iniciativa fracasa. Populares y socialistas rechazan de plano dar una oportunidad al documento. Se trunca un nuevo proyecto.

El fracaso del Plan Ardanza deja claras las posturas reacias de los partidos estatales a la posibilidad de llegar a un acuerdo, lo que abre definitivamente la puerta a una vía alternativa. Un camino que ya había comenzado a ser explorado tímidamente.

UNA SEGUNDA VIA

Los contactos con HB

De hecho, dos meses después del asesinato de Blanco, en septiembre de 1997, HB envía una carta a una treintena de organizaciones políticas, sindicales y sociales en la que propone la creación de un foro para "analizar el proceso iniciado en Irlanda y las conclusiones y reflexiones que de éste se puedan extraer en el camino para buscar una solución democrática para Euskal Herria".

Aunque sus destinatarios la acogieron con gran escepticismo, la invitación, finalmente, no cayó en saco roto. El PNV mantiene su primer contacto informal con HB en noviembre de 1997. La actitud de Rufi Etxeberria y José Mari Olarra sorprende a los jeltzales. Joseba Egibar, Gorka Agirre y Juan Mari Ollora se encuentran con que la coalición abertzale ha decidido abandonar los dictados de la ponencia Oldartzen y proponen mirar al futuro bajo otra perspectiva diferente a las técnicas de desestabilización que se propugnaban en ella. Las manifestaciones masivas y la presión social sobre la izquierda abertzale tras el asesinato del edil del PP de Ermua parecían haber conseguido cambiar el rumbo de la dirección de HB.

Las reuniones estuvieron propiciadas también por la sintonía existente entre los sindicatos ELA y LAB, que habían establecido, no sin esfuerzos, una unidad de acción. También contribuyó la presencia en el panorama social de Elkarri y su formulación del tercer espacio, como reconocen ahora los actores de este proceso negociador.

También Eusko Alkartasuna comienza a mantener encuentros con los dirigentes de Herri Batasuna a finales de ese mismo año. Unos dirigentes que ya temían, como sucedió pocos días después de este encuentro informal con los jeltzales, su encarcelamiento. Ni siquiera este hecho, ni la ofensiva de ETA en respuesta a él -que se cebó con los ediles del PP y dibujó un panorama que no permitía albergar mucho optimismo- frenó los contactos iniciados.

PNV y HB celebran en enero su primera reunión formal, en la que los interlocutores de esta última formación pasan a ser Arnaldo Otegi e Iñigo Iruin. Las dos formaciones coinciden en la necesidad de seguir el modelo irlandés para encontrar una solución al conflicto vasco. En el segundo encuentro entre ambos partidos se acercan posturas y se acotan términos como territorialidad, ámbito y sujeto de decisión. También acuerdan blindar sus conversaciones para garantizar su continuidad independientemente de las operaciones policiales contra ETA y de los atentados que pueda cometer.

PRIMEROS RESULTADOS

La 'sintonía' propicia el Foro de Irlanda

En el mes de abril, las delegaciones jeltzale y de HB concretan la adopción de iniciativas conjuntas en torno al acercamiento de presos y acuerdan celebrar una manifestación conjunta con motivo del Aberri Eguna. Se celebra el día 13 en respuesta al llamamiento de Abertzaleen Batasuna (AB) en la localidad labortana de Kanbo y a acuden PNV, HB, EA y los sindicatos ELA y LAB. Justo tres días antes, en Irlanda, fuente inspiradora de los encuentros, se firmaba el Acuerdo de Stormont. También se producen iniciativas institucionales, como la reactivación en el Parlamento vasco de la Comisión de Derechos Humanos, que llevó ante el Tribunal de Estrasburgo una denuncia sobre la violación de los derechos de los presos de ETA.

Los movimientos negociadores no pasan desapercibidos a la organización armada, que en un comunicado fechado el 30 de abril manifiesta que vislumbra "cambios de calado" en la situación, si bien no duda en criticar al PNV. Una semana después asesina al concejal de UPN en Iruñea Tomás Caballero y, dos días más tarde, al guardia civil Alfonso Parada en Gasteiz. Todo un pulso a los contactos que venían manteniendo los partidos, especialmente al PNV, que se vio sometido a todo tipo de presiones, ya que su diálogo con HB ya se conocía públicamente.

Sin embargo, las negociaciones prosiguieron. El 30 de mayo, Arnaldo Otegi convoca la Asamblea Nacional de HB en Gasteiz y consigue el refrendo de las bases de la coalición para continuar las conversaciones. Éstas siguieron dando frutos. En las reuniones de mayo y junio se acuerda coordinar la política lingüística y, en este último mes, HB se incorpora a la negociación del Plan de Euskera. EA e IU, que también mantenían contactos bilaterales con HB, se unen a la política de "coincidencias parlamentarias. De esta sintonía salen los apoyos a la Ley vasca del deporte y la reforma del reglamento del Parlamento vasco -esta última produciría la salida del Gobierno del PSE-EE-.

También en junio, concretamente el día 20, se constituye el Foro de Irlanda, en el que participan PNV, HB, EA e IU, junto a otras organizaciones de índole sindical y social.

Cinco días después ETA reaparece asesinando al concejal del PP de Rentería Manuel Zamarreño, volviendo a poner en el punto de mira de la presión mediática y política a quienes negocian con HB.

UNA OPORTUNIDAD EN PARALELO


El acuerdo con ETA que no lo fue

No obstante, la organización armada envía a PNV y EA una carta fechada ese mismo mes en la que propone una reunión con el fin de entrar a fondo en el análisis de la situación política y sus posibles soluciones. Y pide que el encuentro se celebre en julio. Efectivamente, tiene lugar el día 30. ETA presenta una propuesta firmada con su sello fundamentada en tres puntos. La organización armada ofrece a cambio del cumplimiento de ellos una tregua indefinida. Los representantes jeltzales y de EA trasladan a sus organizaciones el documento y lo debaten conjuntamente en una reunión el 12 de agosto. Joseba Egibar y Gorka Agirre y Rafa Larreina y Koldo Amezketa acuerdan añadir tres puntos más que contienen precisiones a la propuesta de ETA. Unas puntualizaciones que hacen llegar al movimiento clandestino, sin obtener respuesta de él. Así, el acuerdo se truncó, pese a que los partidos estatales y los medios de comunicación insistieron después en que sí se había producido, dentro de una estrategia abierta contra los participantes en la iniciativa de paz de Lizarra.

FIRMA DE LA DECLARACION DE LIZARRA

El método consensuado ve la luz

Paralelamente a estos hechos, persisten los contactos dentro del Foro de Irlanda. Unos contactos que desembocan el 12 de septiembre en la firma de la Declaración de Lizarra, que recibe la adhesión de 23 organizaciones políticas (HB, PNV, EA, EB, Batzarre, Zutik y AB), sindicales y sociales. El texto se divide en dos partes. La primera analiza el proceso de paz en Irlanda del Norte y extrae una serie de conclusiones acerca de los factores que propiciaron el acuerdo en este país. La segunda examina la posible aplicación del caso irlandés en Euskadi, desde la convicción de que las conclusiones que se extraen de ese proceso de paz son extrapolables y válidas.

En este sentido, el texto reconoce la raíz política del conflicto vasco y que, por tanto, requiere una solución política. Dicha solución, prosigue el texto, sólo puede llegar a través del diálogo y la negociación sin exclusiones entre todos los agentes implicados y con la intervención de la sociedad vasca en su conjunto.

Establecido este método, la declaración recoge un proceso con una fase preliminar y una resolutiva. En la primera, el diálogo puede propiciarse con conversaciones multilaterales que no exijan condiciones previas que resulten infranqueables para los agentes implicados en ella. La fase resolutoria debería realizar en ausencia permanente de todas las expresiones de violencia del conflicto. En esta etapa del proceso, la negociación resolutiva no debe comportar imposiciones específicas, debe respetar la pluralidad de la sociedad vasca, situar todos los proyectos en igualdad de condiciones de consecución, profundizar en la democracia en el sentido de depositar en los ciudadanos de Euskal Herria la última palabra sobre su futuro y que la decisión que adopte sea respetada por los Estados implicados.

LA TREGUA DE ETA

Su ruptura acaba con el acuerdo

Cuatro días después, el 16 de septiembre, ETA anunciaba una tregua indefinida, suspendiendo todas sus acciones, excepto las referidas a "las tareas habituales de suministro, mantenimiento de las estructuras y a su derecho de defensa en hipotéticos enfrentamientos". La sociedad vasca recibe este anuncio con gran ilusión, como una señal de que, realmente, existe una oportunidad para lograr la paz.

Sin embargo, el Gobierno del PP y la organización armada no parecen entenderse. Los desencuentros entre estas dos partes vienen acompañados por una fiera campaña contra los firmantes de la Declaración de Lizarra, a quienes se acusa constantemente de pretender crear un frente nacionalista y de intentar quebrar el Estado -olvidando que las conversaciones estuvieron abiertas a la participación de otras fuerzas y que el acuerdo en sí tenía un carácter integrador-.

Pese a todas las presiones externas, los firmantes de Lizarra siguen trabajando. Tras las elecciones de octubre de 1998, PNV y EA alcanzan un pacto de legislatura con EH, que por primera vez se aviene a participar activamente en la vida parlamentaria apoyando al Gobierno vasco, integrado por las dos formaciones nacionalistas. Asimismo, se crea Batera, un foro desde el que se solicita el acercamiento de los presos, y se impulsa la que será la primera institución de ámbito nacional vasco: Udalbiltza, la asamblea de electos.

La andadura del Acuerdo de Lizarra tropezará con un obstáculo que se le hace insalvable: la ruptura de la tregua y la vuelta a los asesinatos. Las condiciones para seguir avanzando en el camino de la paz dejan de darse.

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